viernes, 30 de diciembre de 2011

Sin querer queriendo

Si te jode,
lo siento.
No te voy
a pedir perdón.

Otra vez no,
corazón.

Me la pone dura
ser sincero.
Mirarte a los ojos
y soltarte
exactamente lo que quiero.

A pesar de que
tus labios
se conviertan
en cañones
escupiendo morteros.
A pesar de eso.
Tengo más cojones
que nadie
precisamente
por no tener dos huevos.

Por si algún día,
sin querer queriendo
voy y te quiero,
por si algún día,
sin esperarme nada
voy y te espero,
que sepas que...

Estaré enterrado
en el barro mojado
que deja la marea
cuando se va,
dejando su rastro
de espuma.
Allí estaré yo,
con la verdad
en la mano
mientras
el mundo se esfuma.

Por si algún día,
sin querer queriendo
voy y te quiero,
por si algún día,
sin esperarme nada
voy y te espero.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Seguro

Seguro.

De estar condenado,
eternamente atado
a pelearme a puñetazos
con mi cabeza.

Con esos pensamientos
envenenados
que me envenenan
con la más absoluta
certeza.

Seguro.

Hay demasiadas nubes
para que el sol
se dé un baño de resplandores.
Hay demasiadas puntas rotas
en los lápices de colores.

Más seguro todavía.
Más seguro.

De que el mundo y yo
vivimos
a distintos lados del muro.

Cierra la puerta cuando te vayas

Cierra la puerta
cuando te vayas.
Así sabré
que esta
es la última vez que me fallas.

Porque
soy un piltrafa,
la capa de miel
donde se pegan
las plumas de la estafa.
Y la piel
de mi corzazón
se raja
y los ríos
de sangre
se cuajan
en los arrecifes
de tus querellas,
sin tú saber,
que,
para mí,
un suelo
con tus huellas
era un cielo
repleto de estrellas.

Cierra la puerta
cuando te vayas.
Así sabré
que esta
es la última vez que me fallas.

Cierra la puerta
cuando te vayas.
Así sabré
qué dice mi voz
ahora que tú te callas.

Cierra la puerta
cuando te vayas.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Dónde están las llaves

Siempre
tú,
en frente,
cerradura soltera.
Mi sangre
corre
salvaje
y se desespera.

¿Dónde están
las llaves?

En mis pulmones,
los tubos de escape
ya no caben.

Siempre
tú,
en frente,
la impaciente espera.
Sigo sin coco,
aunque lleve
viviendo años
en las copas de las palmeras.

¿Dónde están
las llaves?

En mis pulmones,
los tubos de escape
ya no caben.

martes, 27 de diciembre de 2011

Dicen

Dicen que es normal.
Que no le echas huevos.
Que te tienes que esforzar más.

Dicen que vaya plan.
Que aunque los soles no griten hoy,
mañana ya no lloverá.

Dicen que los corazones
acostumbran a escapar.
Que en las heridas
ya no cabe otro puñal.

Dicen que ella tiene la culpa
aunque no lo quiera aceptar.
Que el aliento que se llevó,
algún día volverá.

Dicen que para qué tanto alboroto.
Que ya pasará.
Dicen, dicen y dicen,
pero no saben ná.

martes, 13 de diciembre de 2011

Medio hombre, mil mujeres

Chica,
qué cuerpito
tienes.
Sigue cortando
los fogonazos
con las espadas
de tu pelo.
No te frenes.

Iban a ver tus cielos
más amaneceres
si yo no fuera
medio hombre,
si tu no fueras
mil mujeres.

Acerca ese culo,
que restriegue
bien la cebolleta.
Vamos a jugar
a que me importas
mientras de reojo
me fijo en tus tetas.
Moja
en el hielo de mi copa
las llamas de tu ropa.
Coño,
te comía la boca.

Iban a ver tus cielos
más amaneceres
si yo no fuera
medio hombre,
si tu no fueras
mil mujeres.

Como gilipollas que soy

El roñoso
espectro
de lo que
fuimos algun día
está meciendo
sus dedos
sobre las carteras
vacías,
sobre las feroces
bocas de la agonía,
que clava sus dientes
en mi piel
noche tras noche,
día tras día.
Y yo,
como gilipollas que soy,
creyéndome cada tontería
cuando eras
otra cintura de avispa
a la que le va grande
la valentía.

Te veo
y no entiendo nada.
Muy rápido
se te han secado
a ti
las babas.
¿Dónde están
todas las cosas
de las que me hablabas?
¿Dónde?
¿Dónde están
las páginas mojadas
de los cuentos
que me contabas?

En las fecundas
tierras de tu cobardía.
Mala puta,
allí donde
crecían los árboles
de la fantasía
estirando sus columnas
con la ingenua
semilla de mi alegría.

¿Dónde están
todas las cosas
de las que me hablabas?
¿Dónde?
¿Dónde están
las páginas mojadas
de los cuentos
que me contabas?

jueves, 8 de diciembre de 2011

En un par de semanas

Ya me han
recetado
soledad
alguna vez.
Por suerte
o por desgracia.
No lo sé.
Perdona que me
ría en tu cara,
pero las lágrimas
que tú me robaste
las uso ahora
para saciarme
la sed.
¿Qué carajo
eres tú
comparado
con lo que
yo pasé?
Que la sangre
de los cortes
no te engañe.
Nunca me verás
caer.

Los charcos
también se secan
en el suelo del corazón
cuando las noches
se amontonan
sobre las mañanas.
Seguramente
me olvide
de tu culo
en un par de semanas.

Seguramente
me olvide
de tu culo
en un par de semanas.

Dime te quiero sin abrir la puta boca

No voy a mover un puto dedo. Ya es suficiente.
Siempre siendo tan bueno, tan inocente.
Demuéstrame que te importo, que tienes dos dedos de frente.
¿Es que tengo que gritar para que estés pendiente?

Ahora es a ti a la que le toca
decir te quiero sin abrir la puta boca.

Te toca, te toca.
Dime te quiero sin abrir la puta boca.

¿En qué piensas?

Tú ves.
Yo miro.
Tú andas.
Yo camino.
Tú arrojas.
Yo tiro.
Tú eres el final.
Yo el destino.

Por mucho que te bese,
tus labios seguirán siendo tuyos,
los míos seguirán siendo míos.
Y en el hueco de nuestras manos pegadas
habrá siempre un trozo de vacío.

Quédate quieta. No te muevas
si quieres que sea la bomba de luz
que espante a los murciélagos de tu cueva.

¿Qué te estás guardando?
¿En qué piensas?
¿En qué estás pensando?

¿Qué te estás guardando?
¿En qué piensas?
¿En qué estás pensando?

domingo, 4 de diciembre de 2011

Pasarás y volveré a dejarte pasar

Pasarás y yo volveré a dejarte pasar.
Con tus taconazos, tu mini falda,
tus tetas, tus labios, tu olor,
con ese rollito de modelo que tienes al andar.

Y cuando tus ojos se crucen con los míos,
me haré el sueco y te dejaré de mirar.
Me pondré tras la trinchera de tu espalda,
observándote desde atrás.

Me cago en la puta qué buena estás.
Pensando en una cama, un baño, en cualquier lugar.
Si tu culo tiene su propia voz,
¿quién soy yo para ignorar?

Te lo daba todo, pero luego no te doy nada.
¿Dónde se coge el bus para llegar a tu hogar?

Pasarás y yo volveré a dejarte pasar.
Porque no sé por donde empezar,
no sé por donde empezar.

Pasarás y yo volveré a dejarte pasar...

jueves, 1 de diciembre de 2011

Por no matar

Volad,
vestidas
de sarcasmo,
las sonrisas.
Que me voy
a reír,
por no matar.

Con los zapatos
que yo te regalé
ahora me pisas.
Ya veo el cuidadito
que gastas
al andar.

La próxima vez,
a ver si
le pones bozal
a los perros
que salen de tu boca
porque en tu
mar de promesas,
tus palabras
no son más
que sus rocas.

La próxima vez,
ponte una
etiqueta
con la fecha
de caducidad
si luego
me vas
a esconder
la verdad.

Volad,
vestidas
de sarcasmo
las sonrisas.
Que me voy
a reír,
por no matar.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Café con sal

Todo es tan diferente y tan igual.
Todo es tan extraño y tan normal.
Estar bien me sienta tan mal
que las canas del aire no me dejan andar.

Me hago el desayuno por las noches
y el café me lo tomo con sal.

Y los balazos me vuelven a alcanzar
en esa guerra entre la arena de mi tierra
y el agua de tu mar.

Que yo duermo despierto, con un ojo cerrado
y otro abierto.

Muriendo para vivir, y a los cinco minutos,
viviendo para matar.

Que yo el café me lo tomo con sal...

lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Por qué lo hacías?

¿Por qué
lo hacías?
No quiero
que te acerques.
No eres
quien yo creía.

Ahora sé
que era un peón
y no un rey
en el tablero
de tu juego.
Y yo,
como un tonto,
talando árboles
cuando tú
estabas
calentándote
con otro fuego.

Eso sí,
que ni se
te ocurra
traer a mi puerta
tus manos
cuando
barras
tus cenizas
a puñados.

¿Por qué
lo hacías?
No quiero
que te acerques.
No eres
quien yo creía.

Mátame un ratito

Mátame
un ratito,
que ya le debo
al olvido
un par de recibos.
Mátame
un ratito,
que cuando
tú me matas
es cuando estoy
más vivo.

Mátame
un rato.
Pero solo
un ratito.
Ya sabes,
arrópame
con las mantas
de tus labios,
que yo me
quede
calentito.
Llena mis
calles
con las nubes
de tu aliento
y rómpeme
las gafas,
no dejes
que sea
la letra con acento
en la palabra
del viento.
Clávame una
jeringa
con suspiros
y mantén
a mis pies callados.
Pon serpientes
rodeando
mis muñecas
y vete
cuando tenga
los ojos cerrados.

Mátame
un ratito,
que ya le debo
al olvido
un par de recibos.
Mátame
un ratito,
que cuando
tú me matas
es cuando estoy
más vivo.

Un piso en mi cama

Sé que
lo estás
deseando.
¿Qué te
crees?
Yo también.
Pero me
cuesta
evitar
los patinazos
si tengo
una pista
de hielo
abierta
en la piel.

Te pondría
un piso
en mi cama
y haría
las cortinas
con tu ropa.
Pero
chica,
de aquí
a que me quite
las escamas
se te enfría
la sopa.

Quiero
tu falda
de paraguas.
Y tú también.
Tú también.
Tú también.
Pero si
me pego
duchas
de cemento,
¿cómo esperas
que no viva
entre
los ladrillos
de la pared?

Te pondría
un piso
en mi cama
y haría
las cortinas
con tu ropa.
Pero
chica,
de aquí
a que me quite
las escamas
se te enfría
la sopa.

Vete

Vete.
Déjame.
No te quiero
ver.
¿Por qué
tienes que
estar siempre
aquí
para joder
lo que no
se puede joder?

Me estás
amargando
la vida
con la roja
cuchilla
de tus uñas
bañándose
en la sangre
de mis heridas.

¿Cómo construyes
escaleras
con un peldaño?
¿Cómo conviertes
los segundos
en años?

Vete.
Déjame.
No te quiero
ver.
Vete,
guarra.
Vete
de una puta
vez.

Estrellado

Estrellado.
Yo acabo
estrellado.

Mañana
volveré
a dejarme
el horno puesto
y la casa
olerá otra vez
a quemado.

Estrellado
en tus pies,
en tus ojos,
en tu pelo,
en tu tierra,
en tus nubes
y en tu cielo.

Estrellado.
Yo acabo
estrellado.

Antes de empezar,
el final
ya estaba acabado.
Qué puedo
esperar
si tengo
las uñas cortadas
y los dientes
picados.

Estrellado
en tus pies,
en tus ojos,
en tu pelo,
en tu tierra,
en tus nubes
y en tu cielo.

Estrellado.
Yo acabo
estrellado.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Con los pantalones bajados

Te estoy
viendo
y se me
cae el corazón
al suelo
de ver
la correa
que parte
de su pecho
estrángulandote
el cuello.
Con tus manos
sujetando
sus brazos,
mirándola
con tus ojos
de cordero
degollado.
Te lo digo
porque
yo
también
me he arrastrado,
yo también
he tenido
los calzoncillos
arrugados.
Y sé que
no me equivoco
cuando digo
que como poco
ya estás atrapado.
Mírate, tío.
No te mereces
andar
con los pantalones
bajados
buscando
un asiento
en su aprobación,
porque ella
no te va
a dar sus ojos
y le va a echar
el pestillo
al buzón
sin dignarse
a leer
esa carta
sin dirección.

Huye.
Lárgate.
El amor
no es ser un esclavo.
Haz las maletas
y que tu vida
no se pasee
en el resultado
de los dados,
porque estás
lleno de agujeros
y ya no te quedan
huecos
donde hincarte
más clavos.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Desaliñado

Hace
cuatro días
que no me ducho.
El teléfono
sigue cantando,
pero cuanto
más afina
menos lo escucho.
Como alma
en pena,
me arrastro
por
el intestino
de los pasillos,
con una mano
explorando
la selva
del calzoncillo
y con la boca
resoplándome
las desorientadas
puntas
del flequillo.
Haz algo,
chiquillo,
que me siento
como un clavo
esperando
al martillo.
Y en el
balcón
de mis ojos
se asoman
las legañas,
las arañas
de mi mirada,
que cosen
su tela
por la
ropa tirada,
las montañas
de platos,
las cervezas
vacías y
las cartas
abandonadas,
aromatizadas
con el incienso
que sale
del ataúd
de las colillas
a ceniza
requemada.

Oliendo
la asquerosa
fragancia
de mis pies,
mis sobacos
y mi aliento.
Pero bueno,
peor huele el corazón
cuando se pone
gilipollas
con los sentimientos.

Te parto la cara

Eres
un gilipollas.
Si tú lengua
sigue colándose
en el culo
de cualquiera,
las puertas
se te van
a cerrar.
Y lo sabes,
pero no quieres
demostrárselo
a los demás.
Normal,
vergüenza
te tendría
que dar.
Lo que hagas
con tu vida
a mí me da igual.
Pero no jodas
conmigo,
porque te juro
que acabas
mal,
no tires el
paraguas
cuando llueva
gasolina
porque cuando
salga el sol
te vas a quemar.

Cierra la boca,
deja de hablar.
Te estoy viendo,
imbécil,
tienes las paredes
de cristal.
Haz lo que tú veas,
tú sabrás.
Pero si te doy
agua
y me vuelvo
a tragar tu meada.
Chaval,
yo te juro
que te parto la cara.

Carta de despido

Se acabó.
Aquí ya está
todo el pescado
vendido.
Me jodió
que fueras
la primera
en firmar
mi carta
de despido.
Pero bueno,
que me da igual.
Al final,
pude remojar
en suero
la lejanía
de tus vestidos.
Qué importa ya.
Tú ya formas
parte de mi
olvido.

Y cuando te vea,
no te voy a saludar,
te lo juro.
Así que vuelve la cara
o pon tu culo
detrás de los muros.
Me importa una mierda.
Sé que me estoy
volviendo más duro.
Pero no me asusto.
La cuenta la pago
con tu moneda.
Porque lo que tú
me hiciste
no fue justo.

No fue justo.

Después de todo
lo que hice por ti.
Después de toda
la mierda que me comí.

Después
de dejarme
el orgullo
con el cuello partido,
soy tan, tan bueno,
que aún así,
no he puesto piedras
en tu camino.
Abre los putos ojos
y dante cuenta
de lo que has perdido.

No fue justo.
No fue justo.

Volveré a ti

Volveré a ti,
aunque me duela,
aunque no quiera.

Aunque coja todas
tus cosas
y las tire fuera.
Sé que estarás
allí
después de un billar
y unas cervezas
con los colegas,
después de los tés
de leche y canela.

Y notaré
cómo me quemas
cuando le quite
el candado
a la cancela
porque el fuego
de verdad empieza
cuando el humo
certifica
la muerte
de la vela.

Volveré a ti,
aunque me duela,
aunque no quiera.

A tus achuchones
de ardiente cera.
A las citas a ciegas
con una ramera.

Aunque me duela,
aunque no quiera.

Me importa un carajo

Llevo
unas botas
manchadas,
chándal
y chupa
de cuero,
un pendiente,
una barba
maltratada,
y si acaso,
un sombrero.
El peine
es un extraño
en los arbustos
de mis pelos.
Soy demasiado
vago
para eso.
Y por supuesto,
seis cuerdas
de una guitarra
que no calla
desde el uno
de enero,
andando
como los raperos,
guardándome
una sonrisa
en el bolsillo
siempre que puedo.

No me rebajo
a pasarme
el estropajo.
Lo que piensen
de mí
me importa
un carajo.

Guapa,
tú a mí
no me vas
a cambiar.
Búscate otro
trabajo,
porque a mí
lo que pienses
me importa
un carajo.

Que me importa un carajo...

Vivir con miedo

Vivir con miedo
es caer
en los boquetes
de un agujero,
Ser ceniza,
no cenicero.
Es la grapa
que une el folio
de cada segundo
con un pero.

Vivir con miedo
es pagarle
hipoteca
a las alcantarillas
y cazar oxígeno
a través
de una ristra
de pastillas.
Es quemarte
a kilómetros
con el prepucio
marrón
de las cerillas,
lijar
en un par
de pasos
la suela de
las zapatillas.

Vivir con miedo
es desordenar
los números
del carné de identidad,
trasnochar
en las cabezas
de los demás.

Es la mayor mierda.
Saber que todo
lo que ganes,
será todo
lo que pierdas.

Vivir con miedo
es poco ir
y mucho venir.
Vivir con miedo
es lo más
cercano a morir.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Pero entonces

Llevo pensando
un rato
en echarle
un par de huevos
y cambiar
la letra
pequeña de nuestro contrato.
Tirar de los
cordones
hasta que me ahorque
el cuello de los zapatos.
Que sepas
que voy directo a ti,
a derrocar a los dictadores
de tu mandato.

Pero entonces
me encuentro con tu cara,
me encuentro con tus ojos,
y me veo volando
en el metal de tu cuchara,
mientras los tomates
se quedan cojos
de lo que yo me sonrojo.

No puedo.
De verdad que no puedo.
Me quedo
sin teclas
en el teclado.
Sin tejas
en el tejado.

No puedo.
Tú no me dejas.
Tú nunca me has dejado.

No puedo.
De verdad que no puedo.
Me quedo
sin teclas
en el teclado.
Sin tejas
en el tejado.

No puedo.
Tú no me dejas.
Tú nunca me has dejado.

Qué rarita eres

Hija puta.
Qué rarita
eres.
A ver si
me dices
de una vez
qué es
lo que quieres.
Tú no eres
mi profesora,
que te enteres,
ni yo tengo
que hacerte,
aunque los haga,
los deberes.
Y tranquilita,
no te
me aceleres,
que vaya
lección de
educación
me estás dando
a base de
dictados
con alfileres.

Relájate,
nena.
Deja
de pulir
a coces la arena.
Y date cuenta
durante un momento,
que ni quiero,
ni tengo
entrada vip
en tus pensamientos.
Mira la pecera,
mira cuántos peces.
Mira lo llenas
que están
tus manos
y agradece,
porque
cualquier día
me canso
de tus gilipolleces.

Derechito a tus brazos

¿Puedo quedarme
en la chimenea
de tu regazo?
Si has dicho
que no,
lo siento,
porque ya
me estoy
tirando
derechito
a tus brazos.

Hoy me siento solo.
Dame una sesión
de tus llamas
y mímame como
a un enano
porque tengo
la extraña sensación
de que mis dedos
ya no están
con mis manos.
Hoy me siento solo.
Le he dado
un trago
al agua que reposa
en el pozo del olvido
y solo sé,
que para quitarme
el sabor,
necesito estar contigo.

¿Puedo quedarme
en la chimenea
de tus abrazos?
Si has dicho
que no,
lo siento,
porque ya
me estoy
tirando
derechito
a tus brazos.

Una cita con el viento

Tenía
una cita con el viento
y me ha dejado tirado.
Con la cara
de atontado,
mirando la hora
de la consulta
en el volante
del aire amputado.

En las arterias
del tendedero,
las pinzas
son horquillas
que gobiernan
su peinado,
apresando
con sus brazos
de plástico
los calzones
mojados.

Me arranco
la cabeza
y la tiro
al tejado.
Por lo menos,
que menos
que tener
un mirador apañado
cuando ande
con el culo húmedo
y la nariz de payaso
del resfriado.

Tenía
una cita con el viento
y me ha dejado tirado.

Lo voy a llevar
directo a los juzgados.
Pondré de testigos
a los árboles petrificados
y de prueba,
a la palangana
de mi corazón empapado.

Tenía
una cita con el viento
y me ha dejado tirado.

jueves, 24 de noviembre de 2011

A las cuatro de la mañana

A las cuatro
de la mañana,
la harina
de las estrellas
se hunde
en las lorzas
del petróleo
confirmando
el luto
de las campanas.

A las cuatro
de la mañana,
los ríos
de las calles
se congelan
en los bosques
de la mirada.
A las cuatro
de la mañana,
los ladridos
de los perros
se quedan
en las aduanas
y el modesto
ronquido
de la brisa
salta por encima
del bigote
posándose
sobre las ventanas.

A las cuatro
de la mañana,
yo ya
no tengo ganas.

A las cuatro
de la mañana,
dimito
en el parlamento
de mi cama.

Que yo
ya no
tengo ganas...

La infancia de las bombillas

La infancia
de las bombillas
se me está
escapando
entre los dedos
como
la escurridiza
saliva
de un riachuelo.
¿Cómo le quito
el azulado pendiente
a la oreja del cielo?
Al final
le salen
estrías
al pañuelo
de lo amargo
que está
el puto caramelo
del quiero
y no puedo.

Con la cabeza
más cuadrada
que un dado,
apresado,
obligado,
presionado,
empujado
a encontrar
soluciones
por mis santos
cojones

busqué
una almohada
en la nube
de un porro,
un remo
en los whiskys
con hielo,
pero
los cuerpos
sin hombros
se llevaron
con ellos
mi consuelo.

Menos espero
encontrar
enfermeros
siguiendo
los letreros
hincados
en los senderos
del monedero.

Y al terminar
el caminar,
con un pie
en el barranco
miro con recelo
las mandíbulas rotas
y los ojos ensangrentados,
mientras me tiro
de los pelos,
mientras asumo
que soy el estúpido
pez sin espinas
que repite plato
en el mismo anzuelo.

Media mano

Lo tengo
muy claro.
Voy a empeñar
mi corazón
de oro.
Cerrarle
la ferretería
al descaro.
Ya le he
hecho muchas
copias
a la llave
del tesoro.

Para qué
ser la
única
voz del coro,
si entre
las manos
se resbalan
los cuernos
y siempre
me coge
el toro.

A escopetazos
con el hambre
de los cuervos.
A partir
de ahora,
a la media
mano
me reservo.
A ellos,
a los que debí,
deberé y debo.
A ellos,
los que
se merecen
dormir
en el colchón
de mis recuerdos.

Para qué
ser la
única
voz del coro,
si entre
las manos
se resbalan
los cuernos
y siempre
me coge
el toro.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

El plato de los sueños

Estoy
tan cansado
de tener
que comer
siempre
del plato
de los sueños.

Me devora
el talento
que los condimentos
sean las fantasías,
las vidas
de las
que no soy
dueño.

Porque
el tren
siempre para
en la misma
estación
y en él
siempre
suena
la misma canción,
el postre
congelado
que llega
a la mesa
cuando disparan
los rifles
del despertador.

Tan cansado
del plato
de los sueños.

Nunca te lo dije

Nunca te lo dije,
pero lo sentí.
Nunca te lo di,
pero lo tuve.
Siempre
estuviste ahí.
Pero simplemente,
no pude.

Y no
creas que he cambiado.
Llevo la misma
camisa
y todavía quedan
botones desabrochados.
Ese soy yo,
con los restos
de comida
y los bolsillos
deshilachados.
Pasó el tiempo
y lo vi claro.
El golpe
de los palos
le deja a uno
el corazón tatuado.

Que te quise, tía.
Y durante
muchos años.
Hasta que
el ruido
del silencio
nos distanció
y nos convirtió
en extraños.

Perdóname,
por tener las pelotas
como guisantes.
Perdóname,
por no habértelo
dicho antes.

Cállate un ratito

Que si esto.
Que si lo otro.
Que si el futuro
somos nosotros.
Cállate un ratito
anda,
que si ni siquiera
soy presente,
¿para qué
matricularme
en las páginas
vírgenes
como asignatura
pendiente?
Ya leeré
lo que haya
que leer
cuando
las letras
se estrellen
contra mi
frente.

Con todos
mis ahorros
invertidos
en acciones del hoy,
dejo el pico y la pala
y me arrojo al sofá.
Y al caer,
la corriente
desata en mis pulmones
el soplo del huracán
cuando el tic tac
se pasea
con su leve murmullo
lejos de la garganta
de los callejones
oscuros.
Por eso,
aunque
me sangren los
bolsillos,
me aseguro
de gastarme los duros.

En esa noria,
en la eterna novia,
que no para de dar
vueltas y vueltas,
me agarro
al hierro de la cabina
por si hay alguna
tuerca suelta.

Más lejos de las paredes

Con las muñecas
maniatadas
por las manos
de tus redes.

Estoy
más cerca de ti,
más lejos de las paredes.

Con mi lámpara
sin genio
a rebosar de los deseos
que tú nunca me concedes.

Más cerca de ti,
más lejos de las paredes.

Los relojes
viajan por autovías
sin carteles.

Más cerca de ti.
Más lejos de las paredes.

Los monstruosos edificios
le rascan la bartola
al cielo
rapando al cero
la cabeza de los pinceles.

Más cerca de ti.
Más lejos de las paredes.

Siempre que bebo de tu vaso

¿Qué he hecho?
¿Qué he dicho?
¿A quién he matado?
¿Cuántos son
los guiones lisiados
que se amontonan
en la lista
de los mancos
pecados?

Siempre
que bebo de tu vaso,
me quedo
con ese
regustillo,
con ese
saborcillo
a culpa,
y en el mar
del estómago
nacen las olas
que rompen   
en la boca
con la espuma
de las disculpas.

Busco
respuestas
en el regazo
del espejo,
pero apenas
puedo ver
la aterrada
silueta
que me mira
desde el reflejo.
Mis huesos
se tienden
a un sol
que me deshace
el pellejo
cuando
el trastero
de mis ojos
se llena
de cacharros viejos.

Siempre
que bebo de tu vaso.
Siempre
que bebo de tu vaso.   

martes, 22 de noviembre de 2011

Flores suicidas

Qué
alegría
ver que no
es sangre
todo lo que sale
de las heridas,
que aún
queda almíbar
en el polen
de las flores suicidas,
que la peregrinación
de las lágrimas
ha desbrozado
el camino
de la sonrisa,
que todavía
hay toldos
custodiando
las cornisas.

Con cuchara
sopera
me como la mierda
entera
en plato hondo.
Luego le haré
una visita al váter.
Ya verás tú
como lo pongo.

Por un rato
creo
en los
dorados gargajos
de la luz ardiente
derritiendo
la silicona
que me pega
a las sábanas
dependientes.
Pero la fe
es un pájaro
impaciente
que se parte las alas
cuando mi pie
no encuentra la zapatilla,
cuando ve
las motas de polvo
incrustadas en los poros
de las rodillas.

Con cuchara
sopera
me como la mierda
entera
en plato hondo.
Luego le haré
una visita al váter.
Ya verás tú
como lo pongo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Las serpientes del recuerdo

Dame fuego.
En la llama,
vivo
en la calada,
muero.
Las uñas
se mueren
en mis dientes
de acero
mientras pienso
si enseñar el
pelo
o ponerme sombrero.

Si me tiro
de cabeza
o si mejor me espero.

Si sí o si no.
Si no sé.
Si puede ser.

¿Uno o dos?

Y cuando
pierdo de vista
las carcajadas,
cuando la bilis
de la negra
tinta se precipita
sobre mi ventana,
se asoma
la inconfundible
cabellera
del verde musgo
en las sombras
de mis dedos,
y por ellos,
las serpientes
del recuerdo
se enrollan
mientras
destilan,
gotita a gotita,
su veneno.

Si me tiro
de cabeza
o si mejor me espero.

Son ya muchos años

Escribe

tus reglas.
No dejes
que nadie
se atreva
a romperlas.
Seguro
que no te
suena extraño
ese
me da igual
que
te ha hecho
tanto daño
cuando miras
atrás
y te das
cuenta
de que son ya
muchos años.

Que son ya
muchos años.

Quítale
las telarañas
al volante,
rocía
con tu aliento
la punta
de ese bolígrafo
seco
si quieres
que caigan
los gigantes,
que la voz
sea tan solo
una burda imitación
de tu eco.

Porque mirarás
atrás
y te darás
cuenta
de que son ya
muchos años.

Que son ya
muchos años.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Lo que tú digas

Mentiras.
Tu boca es un enjambre
de mentiras
que corretean
por el patio de los labios
con manchas en la camisa.
Coño,
que no estoy ciego,
que yo con la vista olfateo
y huelo, y veo,
flores de acero
en jardines de hierro.
La ciudad que vive
en tus ojos
enseña callejones sin salida
donde las cabezas de las farolas
no estan preñadas
con bombos de bombillas.

Lo que tú digas, chaval.
Lo que tú digas.
Si tú dices pan,
yo digo miga.
Y aunque no me la cuelas
sigo la estela
del rostro
abajo y arriba
para poder podar
las ramitas de la vigilia.
Que a los locos
hay que darles la razón,
que si no
le crecen puños
a la conversación.

Mentiras.
Tu boca es un enjambre
de mentiras
que corretean
por el patio de los labios
con manchas en la camisa.
Tu lengua prodigiosa
es una diosa de gimnasio,
un armario empotrado.
Que te metes
en camisas de once baras,
si no te callas,
si no mantienes
el pico cerrado.
Y cuando la herida
y la postilla se han separado,
solo quedan
sábanas de luz
con los ojillos recortados.

Lo que tú digas, chaval.
Lo que tú digas.
Si tú dices pan,
yo digo miga.
Y aunque no me la cuelas
sigo la estela
del rostro
abajo y arriba
para poder podar
las ramitas de la vigilia.
Que a los locos
hay que darles la razón,
que si no
le crecen puños
a la conversación.

Y yo te digo
que sí, que sí,
que sí.

Me duele

Me duele
la cabeza
del corazón,
las uñas
de los semáforos
colorados,
los colmillos
de esa canción,
la inmensa boca
del gilipollas
de al lado,
tus ojos inundados
en el cauce
de mi conversación,
la palidez
de los cielos
nublados,
las robustas
piernas
de los latidos,
el nauseabundo
aliento
de la rutina,
la cara
de los deseos
fingidos,
la mano tirante
de un comienzo
cuando todo termina.

Me duele todo,
de abajo a arriba,
de principio a fin.
Me duele cuando vengo
y cuando
me tengo que ir.
Quizás,
por estar contigo
sin ti.
Me duele
lo que me callo
y lo que te digo.
Me duele hasta
la pelusilla
que se encaroma
en mi ombligo.

Sentenciado
a comerme
el tufo
a pelo quemado
de los pensamientos tostados
que me dejan
cegado.
Al aprobado
raspado
de ser sujeto perdido
en oración sin predicado.

sábado, 19 de noviembre de 2011

El hostal de tus ilusiones

Dale frutas
a los árboles,
moja el mar,
quema el fuego.
Invéntate tú
las instrucciones
de tu juego.
Talla tu sonrisa,
perfila tu mirada,
coge una camisa
y arráncale un todo
a la nada.
Maquilla la brisa,
refréscate la cara,
llama a unas amigas
y bebe hasta
que no recuerdes
como te llamas.
Estruja
los fines de semana,
parte en dos la cama.
Lo que a ti
te de la gana.
Vete de viaje,
mánchate el traje,
odia a quien te odia,
ama a quien te ama.
Sé una salvaje,
cuélgate boca abajo
de las ramas.
Que la vida son dos días
y ya es por la mañana.

Abre la boca
cuando se cierren las puertas.
No querrás
quedarte tuerta.
Camina con tus botas
para que nadie
te vuelva loca.
Aprovéchate
de las victorias
que traen las derrotas,
que no hay mal que
por bien no venga.
Entrega por correo
urgente tu amor,
pero que nadie
te entretenga.

Pero
no hagas de mi corazón
hostal de tus ilusiones,
porque solo
tengo una habitación
y se la están comiendo
los ratones.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Idiomas diferentes

No me apuntes
con tu mirada,
que ya estoy oliendo
la pólvora
de las frases
quemadas
erizando
las empalmadas columnas
de tu pelo.
¿Para qué quieres
que te prometa
estrellas
si no tengo pensado
subir al cielo?
Soy de enseñar
el culo
antes que
los huevos.
La mierda primero,
uno a cero.
Termino
con el oro,
pero empiezo
con el acero
de los peros.
Así que
no me llenes
el parte meteorológico
de aguaceros
cuando un día
no te coma la oreja
y te suelte un
te quiero.
Mis dedos
hablarán por mí
cuando sus hiedras
se enreden
en las tapias
de tu mano.
Y si a veces
hablamos idiomas
diferentes,
da igual,
lo importante
es que nos entendamos.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

En el agujero

En el agujero
las nubes son de corcho,
el cielo de cartón.
En el agujero,
mis ojos
son canicas
que botan sin rumbo
sobre jabón,
escarbando
en la fachada de la oscuridad
con su decrépito
bastón.
Allí,
en las pesadillas
del desayuno,
el día uno,
yo te quito el sí
y tú me regalas el no,
mientras
el cuchillo del temor
me unta la piel
con pedazos
de sudor.
Allí voy muriendo
poco a poco
hasta que me deje
la respiración.
Tirado ahí,
en medio de ese túnel
que nunca acariciaron
las lenguas del sol.

martes, 8 de noviembre de 2011

A la orilla de tu mar

Colgando
del techo
y vacilándome
se mueve socarrona
la soga.
Y censuro
a mis ojos.
Quiero olvidar
cómo ver
aunque sé
que la esperanza
se ahoga.
Si tropiezo
al levantar
es porque sé
que no es nuevo,
que no es de ahora.
Es porque
no hay novio
sin novia.
Es porque
al ver el anillo,
veo la boda.

Apedreando
los cristales
de mis edificios,
la madera
de mis puentes.
Odiándome
a mí mismo
por querer ser
diferente.

Y tengo
presente
qué deprimente
es tener
oxidada la frente
a esta edad.
Por eso
intento hablar
aunque
mi indomable aliento
se vuelva a escapar.
Pero mi boca
es un nido
y mis palabras,
las negras palomas
que echan
a volar.
Y el batir
de sus alas muertas
hundirá
mi barco
antes de que llegue
a la orilla
de tu mar.

Apedreando
los cristales
de mis edificios,
la madera
de mis puentes.
Odiándome
a mí mismo
por querer ser
diferente.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Que te den por culo

Te atreviste a vender nuestras manos,
la firma que descansaba en el contrato,
los abrazos rebozados en entusiasmo,
las cervezas que nos vieron borrachos,
los secretos encerrados en el desván,
las fotos que atrapaban los recuerdos,
las lágrimas que partimos por la mitad,
las uñas que les limamos a los defectos.

Cuando saqué número para la ayuda
tu espalda me lo dejó bastante claro.
El reloj quieto en medio de la duda
gritaba en silencio como un disparo.
Tuve puñaladas en vez de pañuelos,
el interruptor roto de un cuarto oscuro.
Ahora clavas las rodillas en el suelo.
Anda y que te den por culo.

Te atreviste a vender nuestros zapatos,
los estómagos fracturados por la risa,
el pupitre que tatuamos con garabatos,
los trozos de futuro reducidos a migas,
las faldas que descorchaban piropos,
los veranos estudiando las tumbonas,
los cumpleaños buscando los globos,
los grados escalando por las broncas.

Cuando saqué número para la ayuda
tu espalda me lo dejó bastante claro.
El reloj quieto en medio de la duda
gritaba en silencio como un disparo.
Tuve puñaladas en vez de pañuelos,
el interruptor roto de un cuarto oscuro.
Ahora clavas las rodillas en el suelo.
Anda y que te den por culo.

Cuando saqué número para la ayuda
tu espalda me lo dejó bastante claro.
El reloj quieto en medio de la duda
gritaba en silencio como un disparo.
Tuve puñaladas en vez de pañuelos,
el interruptor roto de un cuarto oscuro.
Ahora clavas las rodillas en el suelo.
Anda y que te den por culo.

Que te den por culo.
Que te den por culo.
Que te den por culo.
Que te den por culo.
Y que te den bien.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Destellos azules

Al fondo
del coche
ya hay alguien
liando.
Es la voz
de la noche
susurrando.
Y sin más,
destellos azules
que se enganchan
a mis pupilas
a medida que
los culos
despegan
de las sillas.

Los maderos, tío.
Los maderos.
Los porros vuelan,
los caretos se congelan.
Los maderos, tío.
Los maderos.
Ya solo queda
el elocuente humo
del cenicero.

Nos vemos,
señor agente,
nos vemos.
Buah.
Por los pelos.
Todavía notando
en la garganta
la presión
de los huevos.
Pensando
"un poco más
y ahí me quedo",
mientras los dedos
siguen
dándole vida
al mechero.

Los maderos, tío.
Los maderos.
Los porros vuelan,
los caretos se congelan.
Los maderos, tío.
Los maderos.
Ya solo queda
el elocuente humo
del cenicero.

Otro gallo cantaría

Otro gallo cantaría.
Otro gallo cantaría.
¿Qué hubiera cambiado
si hubiera actuado
de un modo distinto
aquel día?
¿En qué pueblo
se hubiera parado
la vida?

Otro gallo cantaría.
¿Cómo sería?
Pero llover sobre
mojado
sigue siendo
una tontería.
Pensar demasiado
nunca fue
sinónimo de la alegría.

¿Cómo sería?
¿Cómo sería?
Si yo
no me fijara en la tuya,
si tú
no te fijaras en la mía.

Pero las cosas
son como son
y no como deberían.
En el corral
faltan gallos
y sobran gallinas.

Otro gallo cantaría.
Otro gallo cantaría.
En el escenario
faltan bailarines
y sobran bailarinas.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Vamos al lío

Vamos al lío.
De perdidos al río
sin pisar la orilla.
Y si tú me haces
la cobra,
me busco otra tía.
Que el tiempo
se va,
que aquí no hay
tu tía.
Que le den
a los pasos
marcados por
el protocolo.
Tú no hagas caso,
que yo ya
lo ignoro.
Yo te doy
lo que tú buscas
y tú me das
lo que yo persigo.
Y nos dejamos
de teléfonos,
de nombres,
de te quieros
y de cariños.
Así te lo digo,
porque hará frío
y no tengo ganas
de sacar el abrigo.
Que sin enfermedad
no hay castigo.
Así que
para no convertirnos
en carroña para
cuervos,
recuerda:
si te he visto
no me acuerdo.

Vamos al lío.
De perdidos al río.
Vamos al lío.
A envolver en llamas
al frío.

Yo te doy,
tú me das.
De eso va.
De nada más.
De dar
y a volar.

Cerca del suelo

Con las palmas de las
manos mojadas
por el nerviosismo,
con la espalda
arqueada
por la mochila
del pesimismo,
intento configurar
huellas en el cemento.
Pero este lápiz
sin punta no dibuja
desde hace ya
bastante tiempo.

Cerca del suelo,
las mejillas
se abren en canal
ante las afiladas piedras
de la gravilla.
Cerca del suelo,
donde siempre estoy,
cerca del suelo,
a donde siempre voy.

Los chorros de arena
que se escapan
por los agujeros del cristal
no van a llenar mi playa,
no tienen por qué llegar.
Las cosas
que no cambian
me presionan a cambiar.
Pero soy una fregona
sin manos
de limpiadora.
Un sucio calzoncillo
que no encuentra
su lavadora.

Cerca del suelo,
me parto las costillas,
noto el dolor
de la piel despidiéndose
de la postilla.
Cerca del suelo,
donde siempre estoy.
Cerca del suelo,
a donde siempre voy.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Como los comos sin más palabras

Como el perro
sin su perra,
como el agua
sin la tierra,
como tijeras
sin pegamento,
como lágrimas
sin sentimiento,
como un huevo
sin yema,
como un hielo
que quema,
como dos ojos,
sin nariz,
sin boca,
como un loco
sin su loca,
como un porro
sin boquilla,
como un culo
sin su silla,
como aire
sin brisa,
como un torso
sin camisa,
como un pingüino
en el desierto,
como un vivo
muy muerto,
como un pájaro
sin alas,
como un rescate
sin bengalas,
como un beso
sin labios,
como una voz
sin radio,
como una pinza
sin ropa,
como un niñato
sin coca,
como una fiesta
sin copas,
como un ejército
sin tropas,
como una noche
sin luna,
como una playa
sin dunas.

Como yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos,
que se tatuaron las marcas
del frenazo en el atropello,
como las emociones mudas,
sin habla,
como los comos
sin más palabras.

Tripas de cereza

Todo empieza.
Lluvia de dedos
que como gotas
van lamiendo
las mejillas
al cuello.
Nada acaba
cuando un beso
toca hueso
y echa la tristeza
de la cama.
Revolotea la sangre
escupiendo burbujas
sobre la candela
que prenden
las anaranjadas agujas
cuando el forro
de los cuerpos
se choca y se junta.
Y mientras corren
arroyuelos sonrojaos
por las azules carreteras,
como si explotaran
tripas de cereza,
los labios,
en rojas escenas
se desmelenan.
El corazón es un martillo
maldito de latidos vivos
que parece que revienta
el pecho
que lo tiene cautivo
si nadie lo saca
a tomarse un respiro.
La situación se pone dura
y busca cobijo
en un alijo
de lingotes de luna,
un tunel de carne
donde los coches
entran y salen
subiendo la temperatura.
Las uñas muerden
plato de nalgas
sin compasión
y la piel
se da un chapuzón
en las luces doradas
del sudor.
Grito de muelles,
fuelle de suspiros.
Se destila paraíso
poquito a poquito
atadito a la cola
de los gemidos.
Ya llega. Ya llega.
El cielo se agacha
y una manada
de pitidos arrasa
por los oídos.
Ya llega. Llegó.
Caminan hormigas
en las piernas
de los dos.
Se cierran los ojos,
se abren las bocas
y se acabó.
Se va, se va.
Se va igual que vino
mientras las nubes
de remolacha
vuelven a su nido.

Cuando tú vas, yo vuelvo

No puedo estar en una.
¿Otra vez?

Por lo que ya te dije,
por lo que ya te expliqué.

¿Y qué hago yo para
que lo puedas entender?

Ya te he dicho que no puedo.
Cuando tú vas, yo vuelvo.

Pues claro que te quiero,
pero ahora es lo que siento.

Si lo soy es porque mereces
que sea honesto contigo.

¿Para qué?
¿Para ver que me he arrepentido?

Sí, eso es lo que te digo.

Solo quiero que esto acabe bien.

Ya, ya lo sé.
Ya sé que no puede ser.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Triste

Triste,
para siempre.
Triste,
entre la gente.
Triste,
y diferente.
Triste,
hasta que tú
me encuentres.
Hoy como
lo que ya cociné ayer,
mastico lo que machaqué.
Dando tumbos
por las autovías
de mi cama,
empujado por
las mismas pesadillas
de hace semanas.
Y si para cuando
los meses se vayan
la cosa sigue igual,
me asustará de verdad
esta absorbente espiral
en la que los pies
se alimentan de cristal.

Evitando sí o sí
la trémula imagen
de morir para vivir,
del gatillo soplando
la bala,
de las feroces llamas
devorando las membranas
de mis alas.
De mí mismo,
cayendo en picado,
sin remedio,
abocado
a desear el pecado
de ser
un cadáver aplastado.
Triste,
para siempre.
Triste,
entre la gente.
Triste,
y diferente.
Triste,
hasta que tú
me encuentres.

Vaivenes

Me ríes,
me lloras,
me llamas,
me cuelgas,
me odias,
me adoras,
me coges,
me sueltas,
me miras,
me ignoras,
me tomas,
me vuelcas,
me replicas,
me imploras,
me emigras,
me pueblas,
me limpias,
me atoras,
me despachas,
me cuentas,
me robas
las horas
y no las veo
de vuelta.
Me encierras,
me liberas,
me vomitas,
me tragas,
me mojas,
me quemas,
me asolas,
me plagas,
me vacías,
me llenas,
me dejas,
me atrapas,
me comes,
me cenas,
me pintas,
me rallas,
me curas,
me envenenas,
me asqueas,
me embriagas
si mis dientes
son tijeras,
ven
que te corte
las bragas.
¿Que tú? ¿Que yo?
¿Que si hemos sido
los dos?
¿Qué tengo
que hacer
para
que me entiendas?
Pero si yo...,
pero si tú...
Niebla.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

En las tardes de domingo

En las tardes de domingo
hay zumo de naranja derramado
en el océano sin lengua
de los barcos plateados
y los mapas andan con muletas
cargados de carreteras tuertas
que se ríen
de la pizarra del viento
y del contoneo de las veletas.
El rumbo se tira
de cabeza a la tumba.
La única dirección
suda ácido de duda
y decepción.

La exclamación
es la hermana de la angustia
que se traga
las mustias horas
que rozan la cortina del lunes
cuando se ahogan.
En las tardes de domingo,
el vómito de los días
se tiende en las bocas
de los perros del aire
con alma de tranvía
mientras el cielo
apoya sobre los tejados
sus azules rodillas.

Las tardes de domingo
son esqueletos sin huesos.

Son batir de alas
de pájaro muerto.

Son agrios tragos
de sobaco de limón.

Son chorros de sandía
que inundan la habitación.

Son un estofado
con pedazos de corazón.

Son todo.
Son nada.

Son la última calada
al pitillo de la semana
que escupe ceniza en rama,
que escupe ceniza en rama.

Rubia, qué buena que estás

Rubia,
que buena que estás
cuando el sol
empieza a gatear
por cada peldaño
de la escalera celestial,
con tu piel de oro
y tus cabellos de sal,
secuaces de la niebla
que arropan
las paredes de cristal.

Y cada trago
es un poquito de menos,
un poquito de más,
un poquito más
de más que menos,
una sonrisa
que aprende a volar.

Mientras las noches
se echan polvos
de talco
y los días se tintan
el pelo,
tú te cuelas
como lagartija
por la rendija
de mis dedos
para destrozar el pomo
de la puerta del paladar
y en el vestíbulo
de mi boca,
mi lengua en llamas
te vuelve a llamar.

Y cada trago
es un poquito de menos,
un poquito de más,
un poquito más
de más que menos,
una sonrisa
que aprende a volar.

Rutina

Rutina

Estoy harto de los esfuerzos sin sueldo,
de los autobuses rasgando la calzada,
de los políticos del amor en continuo desacuerdo,
de las guerras entre el despertador y la almohada,
de los llantos, las risas, los gritos, los susurros,
las caricias, las bofetadas, los halagos, los insultos,
los silencios, los monólogos, el rencor, los indultos,
el conformismo, las quejas, la inseguridad, lo robusto,
de las borracheras de tristeza
con whisky de lágrimas,
del príncipe Dolor de Cabeza
sucesor de la reina Euforia Máxima,
de los colmillos de las corbatas señoriales,
del respeto cagándose en los pañales,
de las ambiciosas bocas con restos de mierda,
de la cara dura sin rabo entre las piernas,
de la inpuntualidad multiplicando sus sedes,
de los niñatos que van en Mercedes
y tienen la nevera en los huesos,
de ti, de mí,
de los reproches aliñados con besos,
de las sopas que se comen con tenedor,
de la hipocresía de primero, segundo y postre,
del mal que no deja ni el gol de honor
cuando la bondad se estrella en el poste,
de la vivacidad de cagarse en los muertos,
de la frialdad sin jersey de cuello vuelto,
del amigo que me niega su plural,
de las putadas reacias al singular,
de los tontos que no saben beber,
de los que sí y son tontos también,
del sastre que Dios y Lucifer comparten,
de ángeles y demonios repartiendo ganancias,
de Jesús y sus representantes
con sus pollas incrustadas en la infancia,
de los curas desnudos en los periódicos
vestidos con artículos sórdidos,
del best-seller del poder divino,
de que nadie los llame asesinos,
de la chulería que protagoniza el teatro
tras el telón de unos ojos estancados,
de los chorizos que se libran del retrato,
del talento limpiando los lavabos,
de la suite de lujo de la estética,
de la agobiante definición idéntica
que para las siamesas bondad y debilidad
ofrece el diccionario de la cruda realidad,
de los kilómetros que certifican
el paso entre amor y odio,
del escepticismo y la rutina
que se abrazan como dos novios,
de las calles del socorro
plagadas de cabinas rotas,
de la comunicación en cuentas de ahorros
que dejan a la indiferencia en pelotas,
de que me falten dos cojones
para pedirle la hoja de reclamaciones
al proveedor de las discusiones
aún atiborrándome de razones,
de las olas de palabras que rompen
en las orillas de los labios
transformando los sudores en uniformes
y agrietando respiros alborotados,
del naufragio de la educación,
de la bombona en peligro de extinción,
del cuchillo del tiempo
cortando las venas de los sueños,
del fanatismo forjado con hierro,
de sus garrapatas en cuerpos sin dueño,
de las conversaciones a la deriva,
del aburrimiento en pie de guerra,
de las monedas sin amigas,
de los días obesos de las agendas,
de las horas estiradas como chicles,
del cartón de leche casi vacío,
del veneno que habita en los chismes,
de tener que pagar por ser tio,
de los suelos enterrados en polvo,
del cuerpo infinito de los folios,
del trasatlántico de los secretitos,
de la rabia de los huevos rotos,
de las perdices en paradero desconocido,
de todo lo que se me olvida.
De todo.

Calles prohibidas

No llegué a ver la dirección prohibida
en las calles del sosiego,
ni imaginé las fantasías cohibidas
por los adelantamientos del deseo.
Alguien tuvo que extraviar las multas
de mi cordura aparcada en doble fila
para que el atasco de preguntas
cediera el paso a los callejones sin salida.
Los semáforos en rojo presidían
en los cruces de las pretensiones,
pero yo iba en un descenso que subía
por escaleras sin escalones.
En las rotondas del cielo
las estrellas dieron media vuelta.
Las curvas de los anhelos
se fundieron en una línea recta...

Por el matrimonio amargado
de las lenguas secas y los ojos irritados,
por llamar a la puerta del candado
para darle mis labios cerrados,
por el "no quiero" cuando quisiera,
por mi corazón en la nevera,
por el teléfono sangrando por las teclas,
por la paciencia en lista de espera,
por la minusvalía de mi razón
ante los galgos de la duda,
por pedirle al banco de la compasión
un préstamo más de excusas,
por mi almohada soñolienta,
por mi alma sin su sábana,
por mi apagada luz despierta,
por las noches del mañana.

Desprendimientos de murmullos
estrechaban los carriles
ocupados por mi orgullo
acunado entre cojines.
El peaje de la realidad es más caro
en las autopistas de la imaginación.
Todos los lingotes del barco
los tira por la borda un polizón.
Las lágrimas en la luna
jugaban lejos del conductor.
El volante desde las alturas
giró hacia el desgüace de la ilusión.
La sorpresa atropella a la disposición
que cruza por un paso de cebra,
la sangre se desperdicia sin atención
y comienza una angustiosa carrera...

Por las manecillas indigentes
de esos relojes pidiendo limosna,
por los portazos intransigentes,
por mis nervios perdidos en la coca,
por ser el amigo frecuente
de las copas elocuentes,
por enseñar de nuevo a andar
a un "no puedo más",
por las puñaladas transparentes,
por las tropas de los comentarios influyentes,
por el putón llamado "felicidad",
por los monólogos de un "déjame en paz",
por las infinitas sombras de las ojeras,
por las sonrisas en paro,
por los sueños que duermen en las papeleras,
por el cuerpo anoréxico del reparo.

Las señales luminosas están ahora
yaciendo sin vida en la cuneta,
hijas de una ruta soñadora
que iba demasiado ebria.
Siempre aparece un freno soberbio
cuando todo va sobre ruedas,
para quitarle al corredor más necio,
la recompensa que hay tras la meta.
Fuegos artificiales a mi lado
patinando lejos sobre el hielo.
Un siniestro de ánimos desolado
por el motor revolucionado de un beso.
Una gasolina adolescente
resistiendo kilómetros ancianos.
Tirarme sin cuerdas desde el puente
para que me arrastren de la mano...

Por los gritos castigados sin salir,
por los pañuelos naciendo de la nariz,
por las duchas de ansiedad,
por las fichas apostadas en la eternidad,
por la resaca de un remordimiento juerguista,
por las fiestas de disfraces de mi cara,
por ser el cámara de un suspiro guionista,
por los días empujando a las semanas,
por las tortas descaradas para desayunar,
por la vil pensión de un alivio jubilado,
por la esperanza buscando un nuevo hogar
sin ocultar que ya se ha mudado,
por la garganta en la consulta,
por las varices del arrepentimiento,
por la dirección equivocada de la culpa,
por los silencios resfriados que deja el invierno.

Latigazos al viento

Cuando las palabras
chocan con las cabezas
en llamas de las cerillas,
cuando ya no quedan
prendas de esperanza
en el baúl de las pupilas,
cuando uno ve,
cuando el otro mira,
cuando los gigantes
tropiezan con el ombligo
del vientre de las colinas.
Salgo al ruedo sin ruedas
con las bocanadas
en toque de queda.
En pelotas,
sin labios de seda
que puedan parir hogueras
con la mecha de una vela
en las negras gargantas
de las infinitas alamedas
que miran al cielo
buscando un bocado
en el campo de estrellas.

La sangre del tiempo
va por las venas del reloj
a paso de caracol,
la muy cabrona,
con su sonrisa burlona
y sus aires de putón,
a la menos pensada
te cambia de una jugada
alegría por desazón,
que me lo han dicho los recovecos
de los huecos del guión,
la anatomía de la cicatriz
del cauce de las cascadas
que a lomos de la nariz
desde el ojo resbala.
Pero tengo un cinturón
abrazado al calzoncillo,
tengo dientes como navajas
y me lío rápido a mordiscos
con el algodón de las nubes,
a ver si esa se sube.
Y si nadie me da alas,
le meto latigazos al viento
firmo el firmamento
sediento de sentimiento.
Si nadie me da alas,
yo me las invento.

Me basto y me sobro
con un sorbo de sol
y una uñita de luna
que me valga de colofón,
un chupito de silencio
y una copa de color
que pueda derramar
en el lienzo del corazón.
Me basto y me sobro yo,
solo yo.
Y lo digo de verdad
aunque sea mentira.
Tendré que olvidar el número dos,
despedirme del último adiós,
volver a la casilla de salida.

Pan duro

Habrá
noches claras,
días oscuros,
habrá más
de un desayuno
en el que solo
haya pan duro,
veces en las
que el viento
lama la gomina
de mi cabeza,
jarras
llenas de espuma
sin cerveza.

Si el sufrimiento
es oleaje,
si la vida es mar,
cuando me trague el agua,
aprenderé a eructar.
Si el dolor
es mi equipaje,
si la vida es viajar,
cuando el pajarraco aterrize,
aprenderé yo a volar.

Lo habrá.
Hasta que
el leve crepitar
de las farolas
deje de alumbrar,
hasta que las palomas
dejen de cagar,
hasta que los párpados
se vuelvan a besar,
hasta que el
tóxico y pavoroso
vapor de la melancolía
vuelva a matar.

Si el sufrimiento
es oleaje,
si la vida es mar,
cuando me trague el agua,
aprenderé a eructar.
Si el dolor
es mi equipaje,
si la vida es viajar,
cuando el pajarraco aterrize,
aprenderé yo a volar.

martes, 1 de noviembre de 2011

Tú ya lo sabes

¿Qué quieres de mí, tía?
¿Qué culpa tengo yo
de que me ofrezcas calzada
y un tanque de gasolina
cuando el motor gripa,
cuando tengo las ruedas pinchadas?
Ya sabes
qué haría
si tuviera las instrucciones
para montar tu alegría.

Así que
si con razón
derramo marrón
y le pongo rejas a mi ventana,
no te empapes de amor
y súbele a la tuya la persiana;
que te muerda el sol,
y que te muerda con ganas.

Que más te voy a contar,
si tú ya lo sabes,
si tú ya lo sabes,
las palabras las puedo prender,
pero su significado no arde.

Y aunque planté
semillas de hielo
en las colinas de tu pecho
cuando me comía
el techo
por ser sincero,
espero que sepas que,
a pesar de todo,
te quiero.

Así que
si con razón
derramo marrón
y le pongo rejas a mi ventana,
no te empapes de amor
y súbele a la tuya la persiana;
que te muerda el sol,
y que te muerda con ganas.

Que más te voy a contar,
si tú ya lo sabes,
si tú ya lo sabes,
las palabras las puedo prender,
pero su significado no arde.

Ganas de todo y nada

Otra vez.
Sí, sí.
La misma cola
y el mismo pez.
Si hoy el mundo me jode
juro que lo pongo del revés.
Dame una birra,
¿y si es temprano qué?,
Dejemos que el sol y las nubes
bailen claqué.

Ganas de todo y nada.
El desánimo galopa
por los senderos de mi cama.
Si no te llamo hoy,
no te encabrones,
que ya te llamaré mañana.

Demente
y reluciente la frente,
esperando a que
las alas del cambio
se agiten
como hormigas impacientes,
meándome en las heridas
de las garras de la apatía
que se pega
como su cara a la mía.

Ganas de todo y nada.
El desánimo galopa
por los senderos de mi cama.
Si no te llamo hoy,
no te encabrones,
que ya te llamaré mañana.

Qué equivocados estábamos

Lo que pudo
y nunca fue,
lo que vimos
sin llegar a ver,
las veces que te quise,
que te quise sin querer.
Creímos que podíamos
follar
sin cruzar la senda
de nuestros pies.
Amor solo carne,
amor de no amarte,
de tragar sin comer,
de hola y adiós,
de no volverte a ver.

Pero no.
Nunca funciona.
Nos pasó lo que tenía
que pasar,
nos llegó la hora.
Cuentras tres
y mucho que es.
Cuatro, cinco,
y no tienes nada que hacer.

Pero ni de coña.
A la mierda
con lo planeado.
Qué equivocados estábamos
cociendo la agenda
con todo pensado.
Nos partimos la cara
con el cemento
que yo mezclé.
Eso está claro.
Pero si te llevas algo,
que no sea lo malo.
Puede que la cagara,
pero en la vida
te he usado.

Pero no.
Nunca funciona.
Nos pasó lo que tenía
que pasar,
nos llegó la hora.
Cuentras tres
y mucho que es.
Cuatro, cinco,
y no tienes nada que hacer.