¿Qué he hecho?
¿Qué he dicho?
¿A quién he matado?
¿Cuántos son
los guiones lisiados
que se amontonan
en la lista
de los mancos
pecados?
Siempre
que bebo de tu vaso,
me quedo
con ese
regustillo,
con ese
saborcillo
a culpa,
y en el mar
del estómago
nacen las olas
que rompen
en la boca
con la espuma
de las disculpas.
Busco
respuestas
en el regazo
del espejo,
pero apenas
puedo ver
la aterrada
silueta
que me mira
desde el reflejo.
Mis huesos
se tienden
a un sol
que me deshace
el pellejo
cuando
el trastero
de mis ojos
se llena
de cacharros viejos.
Siempre
que bebo de tu vaso.
Siempre
que bebo de tu vaso.
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