No llegué a ver la dirección prohibida
en las calles del sosiego,
ni imaginé las fantasías cohibidas
por los adelantamientos del deseo.
Alguien tuvo que extraviar las multas
de mi cordura aparcada en doble fila
para que el atasco de preguntas
cediera el paso a los callejones sin salida.
Los semáforos en rojo presidían
en los cruces de las pretensiones,
pero yo iba en un descenso que subía
por escaleras sin escalones.
En las rotondas del cielo
las estrellas dieron media vuelta.
Las curvas de los anhelos
se fundieron en una línea recta...
Por el matrimonio amargado
de las lenguas secas y los ojos irritados,
por llamar a la puerta del candado
para darle mis labios cerrados,
por el "no quiero" cuando quisiera,
por mi corazón en la nevera,
por el teléfono sangrando por las teclas,
por la paciencia en lista de espera,
por la minusvalía de mi razón
ante los galgos de la duda,
por pedirle al banco de la compasión
un préstamo más de excusas,
por mi almohada soñolienta,
por mi alma sin su sábana,
por mi apagada luz despierta,
por las noches del mañana.
Desprendimientos de murmullos
estrechaban los carriles
ocupados por mi orgullo
acunado entre cojines.
El peaje de la realidad es más caro
en las autopistas de la imaginación.
Todos los lingotes del barco
los tira por la borda un polizón.
Las lágrimas en la luna
jugaban lejos del conductor.
El volante desde las alturas
giró hacia el desgüace de la ilusión.
La sorpresa atropella a la disposición
que cruza por un paso de cebra,
la sangre se desperdicia sin atención
y comienza una angustiosa carrera...
Por las manecillas indigentes
de esos relojes pidiendo limosna,
por los portazos intransigentes,
por mis nervios perdidos en la coca,
por ser el amigo frecuente
de las copas elocuentes,
por enseñar de nuevo a andar
a un "no puedo más",
por las puñaladas transparentes,
por las tropas de los comentarios influyentes,
por el putón llamado "felicidad",
por los monólogos de un "déjame en paz",
por las infinitas sombras de las ojeras,
por las sonrisas en paro,
por los sueños que duermen en las papeleras,
por el cuerpo anoréxico del reparo.
Las señales luminosas están ahora
yaciendo sin vida en la cuneta,
hijas de una ruta soñadora
que iba demasiado ebria.
Siempre aparece un freno soberbio
cuando todo va sobre ruedas,
para quitarle al corredor más necio,
la recompensa que hay tras la meta.
Fuegos artificiales a mi lado
patinando lejos sobre el hielo.
Un siniestro de ánimos desolado
por el motor revolucionado de un beso.
Una gasolina adolescente
resistiendo kilómetros ancianos.
Tirarme sin cuerdas desde el puente
para que me arrastren de la mano...
Por los gritos castigados sin salir,
por los pañuelos naciendo de la nariz,
por las duchas de ansiedad,
por las fichas apostadas en la eternidad,
por la resaca de un remordimiento juerguista,
por las fiestas de disfraces de mi cara,
por ser el cámara de un suspiro guionista,
por los días empujando a las semanas,
por las tortas descaradas para desayunar,
por la vil pensión de un alivio jubilado,
por la esperanza buscando un nuevo hogar
sin ocultar que ya se ha mudado,
por la garganta en la consulta,
por las varices del arrepentimiento,
por la dirección equivocada de la culpa,
por los silencios resfriados que deja el invierno.
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