Colgando
del techo
y vacilándome
se mueve socarrona
la soga.
Y censuro
a mis ojos.
Quiero olvidar
cómo ver
aunque sé
que la esperanza
se ahoga.
Si tropiezo
al levantar
es porque sé
que no es nuevo,
que no es de ahora.
Es porque
no hay novio
sin novia.
Es porque
al ver el anillo,
veo la boda.
Apedreando
los cristales
de mis edificios,
la madera
de mis puentes.
Odiándome
a mí mismo
por querer ser
diferente.
Y tengo
presente
qué deprimente
es tener
oxidada la frente
a esta edad.
Por eso
intento hablar
aunque
mi indomable aliento
se vuelva a escapar.
Pero mi boca
es un nido
y mis palabras,
las negras palomas
que echan
a volar.
Y el batir
de sus alas muertas
hundirá
mi barco
antes de que llegue
a la orilla
de tu mar.
Apedreando
los cristales
de mis edificios,
la madera
de mis puentes.
Odiándome
a mí mismo
por querer ser
diferente.
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