Rubia,
que buena que estás
cuando el sol
empieza a gatear
por cada peldaño
de la escalera celestial,
con tu piel de oro
y tus cabellos de sal,
secuaces de la niebla
que arropan
las paredes de cristal.
Y cada trago
es un poquito de menos,
un poquito de más,
un poquito más
de más que menos,
una sonrisa
que aprende a volar.
Mientras las noches
se echan polvos
de talco
y los días se tintan
el pelo,
tú te cuelas
como lagartija
por la rendija
de mis dedos
para destrozar el pomo
de la puerta del paladar
y en el vestíbulo
de mi boca,
mi lengua en llamas
te vuelve a llamar.
Y cada trago
es un poquito de menos,
un poquito de más,
un poquito más
de más que menos,
una sonrisa
que aprende a volar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario