Te atreviste a vender nuestras manos,
la firma que descansaba en el contrato,
los abrazos rebozados en entusiasmo,
las cervezas que nos vieron borrachos,
los secretos encerrados en el desván,
las fotos que atrapaban los recuerdos,
las lágrimas que partimos por la mitad,
las uñas que les limamos a los defectos.
Cuando saqué número para la ayuda
tu espalda me lo dejó bastante claro.
El reloj quieto en medio de la duda
gritaba en silencio como un disparo.
Tuve puñaladas en vez de pañuelos,
el interruptor roto de un cuarto oscuro.
Ahora clavas las rodillas en el suelo.
Anda y que te den por culo.
Te atreviste a vender nuestros zapatos,
los estómagos fracturados por la risa,
el pupitre que tatuamos con garabatos,
los trozos de futuro reducidos a migas,
las faldas que descorchaban piropos,
los veranos estudiando las tumbonas,
los cumpleaños buscando los globos,
los grados escalando por las broncas.
Cuando saqué número para la ayuda
tu espalda me lo dejó bastante claro.
El reloj quieto en medio de la duda
gritaba en silencio como un disparo.
Tuve puñaladas en vez de pañuelos,
el interruptor roto de un cuarto oscuro.
Ahora clavas las rodillas en el suelo.
Anda y que te den por culo.
Cuando saqué número para la ayuda
tu espalda me lo dejó bastante claro.
El reloj quieto en medio de la duda
gritaba en silencio como un disparo.
Tuve puñaladas en vez de pañuelos,
el interruptor roto de un cuarto oscuro.
Ahora clavas las rodillas en el suelo.
Anda y que te den por culo.
Que te den por culo.
Que te den por culo.
Que te den por culo.
Que te den por culo.
Y que te den bien.
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