Te estoy
viendo
y se me
cae el corazón
al suelo
de ver
la correa
que parte
de su pecho
estrángulandote
el cuello.
Con tus manos
sujetando
sus brazos,
mirándola
con tus ojos
de cordero
degollado.
Te lo digo
porque
yo
también
me he arrastrado,
yo también
he tenido
los calzoncillos
arrugados.
Y sé que
no me equivoco
cuando digo
que como poco
ya estás atrapado.
Mírate, tío.
No te mereces
andar
con los pantalones
bajados
buscando
un asiento
en su aprobación,
porque ella
no te va
a dar sus ojos
y le va a echar
el pestillo
al buzón
sin dignarse
a leer
esa carta
sin dirección.
Huye.
Lárgate.
El amor
no es ser un esclavo.
Haz las maletas
y que tu vida
no se pasee
en el resultado
de los dados,
porque estás
lleno de agujeros
y ya no te quedan
huecos
donde hincarte
más clavos.
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