Nunca te lo dije,
pero lo sentí.
Nunca te lo di,
pero lo tuve.
Siempre
estuviste ahí.
Pero simplemente,
no pude.
Y no
creas que he cambiado.
Llevo la misma
camisa
y todavía quedan
botones desabrochados.
Ese soy yo,
con los restos
de comida
y los bolsillos
deshilachados.
Pasó el tiempo
y lo vi claro.
El golpe
de los palos
le deja a uno
el corazón tatuado.
Que te quise, tía.
Y durante
muchos años.
Hasta que
el ruido
del silencio
nos distanció
y nos convirtió
en extraños.
Perdóname,
por tener las pelotas
como guisantes.
Perdóname,
por no habértelo
dicho antes.
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