En el agujero
las nubes son de corcho,
el cielo de cartón.
En el agujero,
mis ojos
son canicas
que botan sin rumbo
sobre jabón,
escarbando
en la fachada de la oscuridad
con su decrépito
bastón.
Allí,
en las pesadillas
del desayuno,
el día uno,
yo te quito el sí
y tú me regalas el no,
mientras
el cuchillo del temor
me unta la piel
con pedazos
de sudor.
Allí voy muriendo
poco a poco
hasta que me deje
la respiración.
Tirado ahí,
en medio de ese túnel
que nunca acariciaron
las lenguas del sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario