Rutina
Estoy harto de los esfuerzos sin sueldo,
de los autobuses rasgando la calzada,
de los políticos del amor en continuo desacuerdo,
de las guerras entre el despertador y la almohada,
de los llantos, las risas, los gritos, los susurros,
las caricias, las bofetadas, los halagos, los insultos,
los silencios, los monólogos, el rencor, los indultos,
el conformismo, las quejas, la inseguridad, lo robusto,
de las borracheras de tristeza
con whisky de lágrimas,
del príncipe Dolor de Cabeza
sucesor de la reina Euforia Máxima,
de los colmillos de las corbatas señoriales,
del respeto cagándose en los pañales,
de las ambiciosas bocas con restos de mierda,
de la cara dura sin rabo entre las piernas,
de la inpuntualidad multiplicando sus sedes,
de los niñatos que van en Mercedes
y tienen la nevera en los huesos,
de ti, de mí,
de los reproches aliñados con besos,
de las sopas que se comen con tenedor,
de la hipocresía de primero, segundo y postre,
del mal que no deja ni el gol de honor
cuando la bondad se estrella en el poste,
de la vivacidad de cagarse en los muertos,
de la frialdad sin jersey de cuello vuelto,
del amigo que me niega su plural,
de las putadas reacias al singular,
de los tontos que no saben beber,
de los que sí y son tontos también,
del sastre que Dios y Lucifer comparten,
de ángeles y demonios repartiendo ganancias,
de Jesús y sus representantes
con sus pollas incrustadas en la infancia,
de los curas desnudos en los periódicos
vestidos con artículos sórdidos,
del best-seller del poder divino,
de que nadie los llame asesinos,
de la chulería que protagoniza el teatro
tras el telón de unos ojos estancados,
de los chorizos que se libran del retrato,
del talento limpiando los lavabos,
de la suite de lujo de la estética,
de la agobiante definición idéntica
que para las siamesas bondad y debilidad
ofrece el diccionario de la cruda realidad,
de los kilómetros que certifican
el paso entre amor y odio,
del escepticismo y la rutina
que se abrazan como dos novios,
de las calles del socorro
plagadas de cabinas rotas,
de la comunicación en cuentas de ahorros
que dejan a la indiferencia en pelotas,
de que me falten dos cojones
para pedirle la hoja de reclamaciones
al proveedor de las discusiones
aún atiborrándome de razones,
de las olas de palabras que rompen
en las orillas de los labios
transformando los sudores en uniformes
y agrietando respiros alborotados,
del naufragio de la educación,
de la bombona en peligro de extinción,
del cuchillo del tiempo
cortando las venas de los sueños,
del fanatismo forjado con hierro,
de sus garrapatas en cuerpos sin dueño,
de las conversaciones a la deriva,
del aburrimiento en pie de guerra,
de las monedas sin amigas,
de los días obesos de las agendas,
de las horas estiradas como chicles,
del cartón de leche casi vacío,
del veneno que habita en los chismes,
de tener que pagar por ser tio,
de los suelos enterrados en polvo,
del cuerpo infinito de los folios,
del trasatlántico de los secretitos,
de la rabia de los huevos rotos,
de las perdices en paradero desconocido,
de todo lo que se me olvida.
De todo.
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