Al fondo
del coche
ya hay alguien
liando.
Es la voz
de la noche
susurrando.
Y sin más,
destellos azules
que se enganchan
a mis pupilas
a medida que
los culos
despegan
de las sillas.
Los maderos, tío.
Los maderos.
Los porros vuelan,
los caretos se congelan.
Los maderos, tío.
Los maderos.
Ya solo queda
el elocuente humo
del cenicero.
Nos vemos,
señor agente,
nos vemos.
Buah.
Por los pelos.
Todavía notando
en la garganta
la presión
de los huevos.
Pensando
"un poco más
y ahí me quedo",
mientras los dedos
siguen
dándole vida
al mechero.
Los maderos, tío.
Los maderos.
Los porros vuelan,
los caretos se congelan.
Los maderos, tío.
Los maderos.
Ya solo queda
el elocuente humo
del cenicero.
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