Llevo pensando
un rato
en echarle
un par de huevos
y cambiar
la letra
pequeña de nuestro contrato.
Tirar de los
cordones
hasta que me ahorque
el cuello de los zapatos.
Que sepas
que voy directo a ti,
a derrocar a los dictadores
de tu mandato.
Pero entonces
me encuentro con tu cara,
me encuentro con tus ojos,
y me veo volando
en el metal de tu cuchara,
mientras los tomates
se quedan cojos
de lo que yo me sonrojo.
No puedo.
De verdad que no puedo.
Me quedo
sin teclas
en el teclado.
Sin tejas
en el tejado.
No puedo.
Tú no me dejas.
Tú nunca me has dejado.
No puedo.
De verdad que no puedo.
Me quedo
sin teclas
en el teclado.
Sin tejas
en el tejado.
No puedo.
Tú no me dejas.
Tú nunca me has dejado.
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