Tuve que cerrar
ese candado.
No sé si me llegaré
a arrepentir.
Las manos me
temblaban.
Como siempre.
¿Pero qué iba
a decir?
Nada que no
pensara
porque yo soy
el que lo sentí.
El que vio
la vida en la mano.
El que tuvo
ganas de morir.
Y a pesar de todo,
maldita duda,
invencible y oscura,
cargada de preguntas
directas a dejarme
el alma desnuda.
Nunca sabré
si lo hice bien
o no.
Lo que sé
es que tomé
una decisión.
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