Haciendo cola
en la farmacia
como un burro más.
Sonó la puerta.
Alguien entró
justo detrás.
Y mis ojos tontos,
que no saben
disimular,
se fueron directos
a esas botitas,
a ese bolso,
a esa carita
bendita
que acababa
de entrar.
Quería hacer algo,
quería hablar.
Pero ni una letra
salió.
El silencio puto
entre los dos.
Y al irme,
la miré de refilón.
En mi memoria
todavía pulula
ese pedazo de pivón.
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