Rendido
ante orilla mar,
escuchando
el sinuoso cantar
de las olas,
el viento corre
sobre ellas
formando nubes
de caracolas.
Y me fumo el cigarro.
Cada calada
la guardo, la siento,
mientras el sol
de mi boca
y la mirada congelada
acompañan
a una oleada
de pensamientos.
Hay un desgarro
en el corazón.
Cada instante.
Cada momento.
Mis labios liberan
bandadas de humo,
y con ellas,
me desvanezco
y me esfumo.
Cuando el pitillo
vuela y cae,
el aire
me huele a fin
y me da
la sensación,
de que con él,
ha muerto algo en mí.
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