Sigues clavado
en tus trece.
Con tus palabras
llenas de vinagre.
Con tus gilipolleces,
tirando aviones
vacíos
desde el aeropuerto
de tu ombligo.
La e y la n
caminan cerca
de ti, amigo.
Te has pasado
ya unos cuantos
desvíos.
Escúchame bien,
porque esta
es la última vez
que te lo digo.
Sigue así,
tirando piedras
a tu tejado,
cortando
los caminos.
Tratando lo perdido
como ganado,
lo ganado como perdido.
Y pronto verás
que los restos
que hay entre tus colmillos
no son más
que el recuerdo
de tu castigo.
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