Déjalo.
Ya has aguantado
bastante.
Te has tragado
demasiadas lágrimas.
Lágrimas ajenas.
Y ahora
empiezas a ahogarte.
Desearía
que desearte
fuera lo único
que pudiera salvarte.
Pero nunca fue
así.
Los lunes estaba
vivo,
pero mi pecho
ya jadeaba el martes.
Déjalo.
Déjame.
Me estoy clavando
un puñal,
pero no puedo negar
que es lo único
que llego a ver.
Voy a herirte
el corazón
para no matarlo.
No quiero
estar ahí
para comprobarlo.
Déjalo.
Déjame.
Sobre la ceniza
de los recuerdos,
la madera del presente
nunca va a arder.
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