Disparos. Balas despavoridas.
Muerte. Fragancia de heridas.
Sangre. Demasiada sangre desparramándose en el vacío.
Rojos besos en el eco de los bolsillos.
Lágrimas adolescentes y cabezonas que se empeñan en salir.
Odio y rabia. Blanco y negro. Otra vez, toca vivir.
Y algo se estanca, como un pelo púbico en la bañera,
directo a mí, preguntando si realmente valdrá la pena.
Un segundito después, vuelve el tráfico a las aceras.
Pienso en lo más bonito, en ti, tirando siempre de la espera.
Por una ridícula fracción de tiempo, creo que hay algo, que algo queda.
Pero el sol es una vela, los coches son de cera,
y yo ya me he dejado los huesos en las carreteras.
Quizás haya muchas lápidas, pero tan solo es un nombre lo que llevan.
Al salir, nada te vale. Todo es un invento.
Hay una boca gigante y la puta sigue creciendo.
Al salir, me quito la escarcha de las piernas
por si vuelve el fuego con el viento.
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