Ocho que ochenta.
Carne que pescao.
Las palabras
están de oferta.
Yo hoy no me
quedo callao.
Luna, sol.
Tierra, mar.
El sitio no importa.
Eso sí,
que tenga bar.
Me da igual.
Me da igual.
Tu vida nunca
me importó
y nunca
me va a importar.
Por lo pronto,
hago de torero
con el viento.
Le dejo entrar.
Mi cama ya
no es sala de
espera.
Ya no me preocupa
la soledad.
Me da igual.
Me da igual.
Tu vida nunca
me importó
y nunca
me va a importar.
Me dan igual
las manos de mantequilla,
los pies de jabón,
el regustillo a óxido
del ácido de corazón,
las sonrisas que corté
sin aparente razón,
el centenar de ojos
detrás de cada error.
Y sobre todo,
me da igual
que no sepas
quién soy yo.
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