Mis palabras
ya no aletean
a la voz
del viento.
Ya no importa
nada.
Ya no importa
lo que siento.
Cada paso
es una huella
de la que
me arrepiento
y el silencio,
perro,
se inclina
sobre una
boca de cemento.
Mis ojos,
en los que
tú ya no ves,
mueren
por última vez.
Cada paso
es una huella
de la que
me arrepiento
y el silencio,
perro,
se inclina
sobre una
boca de cemento.
En la copa
de tus hombros
anidan los cuervos.
¿De qué
hablábamos?
No lo recuerdo.
Cada paso
es una huella
de la que
me arrepiento
y el silencio,
perro,
se inclina
sobre una
boca de cemento.
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