El aire que respiro
en melancólico remolino
trae a veces las veces
en las que fuimos amigos.
Y parece que están todas muertas,
que nunca en el tiempo vivieron,
que nuestros ojos no fueron los ojos
por los que algún día los tuyos vieron.
En mis manos rebosa la ceniza
de la llama que veo todavía.
Demasiado recorrido un paso
para los pies de una cabeza vacía.
No es que te perdone.
No es que lo olvide.
Pero siento algo raro,
como que la sangre me fluye,
como que el cuerpo me lo pide.
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